Era el Conejo Blanco, que volvía con un trotecillo saltarín y miraba ansiosamente a su
alrededor, como si hubiera perdido algo. Y Alicia oyó que murmuraba:
--¡La Duquesa! ¡La Duquesa! ¡Oh, mis queridas patitas ! ¡Oh, mi piel y mis bigotes ! ¡Me
hará ejecutar, tan seguro como que los grillos son grillos ! ¿Dónde demonios puedo
haberlos dejado caer? ¿Dónde? ¿Dónde?
Alicia comprendió al instante que estaba buscando el abanico y el par de guantes blancos
de cabritilla, y llena de buena voluntad se puso también ella a buscar por todos lados, pero
no encontró ni rastro de ellos. En realidad, todo parecía haber cambiado desde que ella cayó
en el charco, y el vestíbulo con la mesa de cristal y la puertecilla habían desaparecido
completamente.
A los pocos instantes el Conejo descubrió la presencia de Alicia, que andaba buscando los
guantes y el abanico de un lado a otro, y le gritó muy enfadado:
--¡Cómo, Mary Ann, qué demonios estás haciendo aquí! Corre inmediatamente a casa y
tráeme un par de guantes y un abanico! ¡Aprisa!
Alicia se llevó tal susto que salió corriendo en la dirección que el Conejo le señalaba, sin
intentar explicarle que estaba equivocándose de persona.
--¡Me ha confundido con su criada! --se dijo mientras corría--. ¡Vaya sorpresa se va a llevar
cuando se entere de quién soy! Pero será mejor que le traiga su abanico y sus guantes...
Bueno, si logro encontrarlos.
alrededor, como si hubiera perdido algo. Y Alicia oyó que murmuraba:
--¡La Duquesa! ¡La Duquesa! ¡Oh, mis queridas patitas ! ¡Oh, mi piel y mis bigotes ! ¡Me
hará ejecutar, tan seguro como que los grillos son grillos ! ¿Dónde demonios puedo
haberlos dejado caer? ¿Dónde? ¿Dónde?
Alicia comprendió al instante que estaba buscando el abanico y el par de guantes blancos
de cabritilla, y llena de buena voluntad se puso también ella a buscar por todos lados, pero
no encontró ni rastro de ellos. En realidad, todo parecía haber cambiado desde que ella cayó
en el charco, y el vestíbulo con la mesa de cristal y la puertecilla habían desaparecido
completamente.
A los pocos instantes el Conejo descubrió la presencia de Alicia, que andaba buscando los
guantes y el abanico de un lado a otro, y le gritó muy enfadado:
--¡Cómo, Mary Ann, qué demonios estás haciendo aquí! Corre inmediatamente a casa y
tráeme un par de guantes y un abanico! ¡Aprisa!
Alicia se llevó tal susto que salió corriendo en la dirección que el Conejo le señalaba, sin
intentar explicarle que estaba equivocándose de persona.
--¡Me ha confundido con su criada! --se dijo mientras corría--. ¡Vaya sorpresa se va a llevar
cuando se entere de quién soy! Pero será mejor que le traiga su abanico y sus guantes...
Bueno, si logro encontrarlos.
Alicia en el Pais de las maravillas
Lewis Carroll
Suelen pasar tantas cosas
y a veces soy Alicia corriendo...
quizas sin razon
quizas con mucha razon
pero soy Alicia en el papel de chacha,
perdida por el mundo,
inconclusa con todos,
perdida por el mundo,
inconclusa con todos,
fuerte, quejumbrosa,
pero chacha resignada al fin y al cabo.