La belleza en el fango

4/30/2014 12:59:00 p.m.
No sé porqué las personas se preocupan por que uno disfrute la soledad.
Sí, por alguna extraña razón les parece preocupante que prefieras quedarte en casa a cualquier otra actividad que ellos consideren 'cool' o 'chida'.
Desde niña he disfrutado de estar sola y, aunque al principio no era una opción, poco después fui agarrándole el gusto a mi entorno, a mis rutinas, a lo que me hacía feliz.
Muy pocas personas han entendido lo que significa la soledad para mí. Algunos ni siquiera se toman la molestia de preguntarlo, sino que solo enjuician de la manera más frívola posible a eso que para mí es un estilo de vida.
No hay que confundirse: me gusta la fiesta, disfruto de mis amigos, de mi familia; disfruto salir, convivir por convivir y todo lo que conlleva, pero soy de esas que sabe decir too much, y es ahí cuando entra mi necesidad de 'enclaustramiento' -como mamonamente lo definen algunas de esas personas pendejas-.
Es entonces cuando no es que odie al mundo, sino que disfruto el propio. Antes me costaba muchísimo trabajo hacer cosas sola -siempre tenía que 'traer cola'- y hoy es todo lo contrario.
En mi soledad he encontrado libertad; libertad de hacer, decir, escribir, ver o viajar. Esa libertad que no puedo tener con las personas, porque aquí no hay necesidad de explicar nada: las cosas las hago por y porque quiero.
Disfruto mi entorno, cocinar, dormir o ver series. Puedo salir de compras y tardarme el tiempo justo o más de lo necesario. Escribo mucho y leo más de lo que acostumbraba, literalmente, me devoro los pinches libros.
Plasmo mis ideas en donde se me da la gana y no tengo que justificar -quizá por eso últimamente tengo tantos problemas con las autoridades, las personas chupadoras y preguntonas- absolutamente nada.
Gracias a esta nueva etapa de autosoledad disfrutable, he descubierto muchas cosas de mi persona: gustos, hobbies, teorías y caí en cuenta de que pasé mucho tiempo haciendo cosas que en realidad no me gustaban, diciendo que sí cuando queria decir no, diciendo no cuando en realidad era si, etc., etc.
Me di cuenta de que esos amigos no lo eran, que ese amor incondicional era una falacia, que algunas personas a las que no les prestaba tanta atención son muy importantes, que amo mi carrera pero la detesto en la práctica, que no soporto muchas cosas pero que amo miles y millones de cosas más.
Estar sola me ha permitido conocer la dualidad más cabrona que hay: la interna, y poder afirmar, sin ningún tipo de empacho, que esa dualidad es la que me jode.
Dicen por ahí que no hay soledad sin solitud, yo no pienso eso. Estoy en el proceso de conocer y enamorarme de mí misma, y hasta hoy, es una de las cosas que mayor satisfacción me ha dado.

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vomitado por Orizschna
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4/28/2014 02:02:00 p.m.

vivo entre libros siniestros
unos locos
otros tiesos
me desgarran las entrañas
se encarecen en mis ojos
tejiendo mil telarañas
de historias que no han cruzado
por mis párpados sus pasos
poniéndome al mundo en calma
teniéndome entre sus manos
y encajonada respiro
un temor tan a descaro
por leerlos sola y cierta
sintiendo con desafano
la alegría que da inundarme
de palabras endulzadas
ya después de a poco siento
el cansancio exacerbado
de pasar por lo imposible
al soñar mundos pintados
entre ecos de tibia tinta
que hablan en labios cansados
que destazan infinitos
en éste umbral cotidiano.

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vomitado por Orizschna
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4/22/2014 01:34:00 p.m.

Conforme pasan los años, las personas tendemos a ir perdiendo la identidad. Nos comportamos como seres autómatas que únicamente tenemos en común una cotidianeidad que, al pasar de los días, se va volviendo aplastante y corrosiva.
Las cosas suelen ser diferentes, las perspectivas cambian y la manera de expresarnos dista mucho de revelar aquellas cosas que nos caracterizan.
Por ejemplo, los amigos. 
¿Qué era aquello que nos unía? ¿Cómo llegábamos a conocer a esas personas a las que llamamos amigos?.
La identificación era en base a compartir no nada mas situaciones o la cotidianeidad misma, también se basaba en externar, sin tapujos ni complejos, las cosas que nos definían, que nos hacían felices o nos cagaban la madre.
El punto era ese precisamente: compartir.
Hoy en día, sinceramente me asusto de lo poco que compartimos con las personas; únicamente seleccionamos aquellas cosas que consideramos sobresalientes, dignas de contar o en su caso, capaz de provocar sentimientos de envidia o superioridad.
No hablo nada más por hablar. Lo he vivido.
Cada vez me parece más vacío ese círculo que alguna vez osé en llamar "de amigos". Siento que, con nuestra llegada a la mediana edad, cada uno de nosotros ha elegido caminos que poco a poco se van alejando de lo que alguna vez fuimos o quisimos ser.
Por ejemplo, es casi imposible conjuntar los universos para vernos. De verdad, es una pinche odisea que se pueda concretar un espacio en la apretada agenda para algo -omitamos las cervezas banqueteras-, y casualmente ese 'algo' siempre tiene que tener un motivo específico, sea que ya es justo verse después de un año, o porque alguien se casó, se quedó sin chamba, consiguió chamba, tronó con la novia, etc., etc.
Ha muerto ya la espontaneidad en una ciudad donde nada es más lejano de media hora en carro.
Cuando se da esa conjunción de universos, los silencios incómodos son parte de la reunión: después de contar las cosas mas relevantes, nos quedamos sin temas -eso antes no pasaba-, y el silencio se convierte en el toque de queda para emprender la huída de cada quien a su guarida.
Me niego a creer que ese círculo ahora solo se pueda definir como seres individuales autodenominados 'trabajadores', 'padres de familia', 'esposo/a'. Quisiera tener la misma empatía por ellos como la tenía antes, poder abrirme como solía hacerlo y con ello mostrar mi realidad actual, mis gustos, pasiones, sueños o proyectos, sin verme interrumpida por cosas tan insignificantes como el mejor supermercado o el mejor celular.
Es una lucha constante y, creo, estoy perdiendo.
No me niego a la idea de un cambio, sino todo lo contrario, creo que el cambio que hemos sufrido como personas debe de mejorar cada aspecto de nuestra vida, no obstante se tiene que respetar la individualidad y el proceso de crecimiento y madurez de cada persona.
He respetado su proceso, aunque esto signifique que me mantengan al margen, pero ahora pido respeto por el mío.
Parte de mi madurez se basa en aceptar que me gusta y que no, mostrarlo y no tener la necesidad de defender cuestiones que, para mí, sin defendibles por sí mismas.
Sin duda me quedo con esas personas que, con el paso de los años, han sabido respetar mi individualidad, cuya reciprocidad ha estado presente no importando si nuestros caminos son parecidos o no. A esas personas admiro, quiero y respeto porque han sabido mantenerse en un entorno donde el deber ser pesa más.
No hablo desde una postura encabronada, más bien hablo nostálgica porque los consideré personas valiosas en momentos cruciales.
Y con la nostalgia por delante es, hasta hoy, que me digo a mi misma que no es justo para mí el justificar acciones en base a los recuerdos. 
El pasado solo es eso, sucesos que ocurrieron en un periodo de tiempo anterior a mi presente, fueron. Su función debe ser el de esbozar una sonrisa, pero allá se deben de quedar, en el cajón de cosas que uno evoca sin un pretexto, tan solo porque sí, pero me rehúso a que sigan como parte fundamental del ahora.
Lamentable -o afortunada,solo el tiempo lo dirá- mente, son pocas personas las que lo entienden. Sustanciosas, complejas, indescifrables, pero pocas, aunque, después de todo, no hay que confundir la soledad con la solitud. Ésto no es más que una opción y muchas de ellas eligieron ya. Les recuerdo que aquí no hay malos ni buenos, solo habemos.

AUDIO
Pharrell- Happy





vomitado por Orizschna
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