Un infeliz marrano, un puerquito de barro, fué mi herencia y estaba vacío.
Así se siente cuando lo avientan a uno al ruedo sin ni madre pa' torear.
Torear, que bonita palabra. Toreo a los cobradores, a los impostores y a las putas viejas que me quieren enjaretar el Avon o el Tupperware.
¿Etará mal que me aburran las personas? No, yo creo que no.
Hoy tengo ganas de darle una patada en el culo a alguien, ¿porqué? no sé, nomás supongo.
Las razones aparentemente no tienen validez para nadie, menos para ese pinche jotillo que se me quedó viendo feo en la mañana y que no entiende que me desagrada que lleve tacones con más dignidad que yo.
Dignidad, ¿alguien la ha visto alguna vez?. La tienen muy sobrevalorada, es más, ni debería existir porque todos somos indignos, no le aunque le juguemos a que no.
Pinche diccionario dice tantas cosas y es tan ambiguo. No señor, así no se puede.
No señor, yo no me casaré, así le digo al cura y así le digo al juez y así le digo a las mil ocho mil mentes siniestras que me preguntan por el casorio en cuanto se acuerdan de mi edad -ni que estuviera tan ruca, pienso y les digo-.
Mi amiga del parque bajó movies de agasajo loco machín. La juventud de la que me rodeo está bien chila, la juventud no recuerda las mismas anécdotas una y otra vez ni habla de la crisis un viernes por la noche; tampoco está echando en cara que les debes un puto six o que no fuiste a la piñata del chilpayate fulano de tal. No, están ocupados viviendo, V-I-V-I-E-N-D-O mofo's!.
Y viviendo me voy otra vez, porque estoy viviendo bien chilo, dentro de mi concepto mamón de chilez y mediocridad aderezado con mi arete en la nariz ahora que soy libre de las garras del empleo remunerado.
Y viviendo mando a la monda a aquellos que osen decirme mediocre y pendeja y perdedora, porque, viviendo, descubrí que esos adjetivos no existen y que, quien los dice, vale puritita riata charra.
Amén.