Hace ya un año que la revista La Mosca en la Pared dejó de existir.
12 números, 12 especiales perdidos en el universo de la música.
En Marzo de 2008, su director Hugo García Michel anunció en su blog que terminaba el ciclo de la revista, al menos con la editorial Toukán (si se quiere saber la historia de Toukán y el inicio de la Moscosa, leer entonces el ejemplar de festejo de los 10 años, aquel con portada blanca y la mosquita revoloteando por ahí).
Si bien La Mosca fué detestada por muchos -quizá debido a las opiniones vertidas en sus editoriales o al despedazadero de vacas sagradas en todos los niveles-, tuvo un mérito muy chingón: decir lo que sea.
El cuerpo de colaboradores que tenía la mosca era -y es hasta la fecha, al menos para mí- insuperable: Fedro C. Guillén, Armando Vega-Gil, Patricia Peñaloza, José -Dios!- Agustín, Eusebio Ruvalcaba, Goyo Cárdenas, Susy Q, Rafael Tonatiuh, el propio Hugo y un largo etcétera.
Fué una revista que se dedicó a sacar del conformismo a la juventud que la adquiría mes con mes, ya que te hacía investigar acerca de lo que se escribía, mínimo para refutar o decir "este wey está pendejo"; le dió un sentido especial a las letras y a las opiniones, le dió voz las voces que necesitaban ser escuchadas, leídas.
Desde que conocí a la Mosca (con aquel ejemplar -29- donde se reseñó el disco From the Choirgirl Hotel y cuya portada mostraba a la perrita de Courtney Love y a un Kurt con cara de sádico) fué mi "must" mes con mes. Cada mes iba y le preguntaba al señor que vende revistas afuera del Blanca Nieves si ya le había llegado (trataba de no hacerle caso a su carota de enfado por mi recurrente pregunta mesames). Luego, conocí a una morra que trabajaba en Librolandia, bien buena onda ella, que me apartaba mi revistita...hasta que la corrieron de ahí. Después corretearla en Sanborn's (con todo y sus empleados que nunca saben donde encontrar los libros o revistas), hasta que me suscribí y llegaba la Mosquita a mi casita.
Tengo mucho que agradecerle a esa revista, a esos periodistas y columnistas, a sus secciones y a su diseño:
-Gracias a La Mosca conocí a uno de mis mejores amigos por allá del 2001. Estaba yo en uno de los descansos entre clase y clase en la universidad, cuando un muchacho nuevo en el salón me dijo "¿oye, me prestas la revista?" -o algo así-, por lo que puse mi tradicional carota de cuando me interrumpen a media lectura y se agarran la confianza de pedir cosas y le dije que simón. Se quedó con la revista hasta la última clase, se la pedí -quizá no muy amablemente, I guess-. Entonces surgió el vínculo con el muchacho nuevo del salón: ahora podíamos hablar de música. Hasta la fecha a veces recordamos el incidente y es jocoso cuando me dice que no era un confianzudo de lo peor, porque bueno, no lo fué, la mamona era yo.
-Por medio de La Mosca (y de la columna La Cocina del Alma) conocí a José Agustín. Me acuerdo que hablaba de sus libros (por aquella época estaba escribiendo la novela Vida con mi viuda) y me daba mucho coraje no poder conseguir sus libros aquí. Nunca los tenían en ningún lugar. Ese coraje se ha hecho menos desde el año pasado, porque en una feria del libro en el Ceart compré dos -válgame la redundancia- libros de él que solo me hicieron pensar que la espera había valido la pena, porque llegaron cuando tuvieron que llegar.
-La Mosca me presentó -con saludo en mano- a Feist, a Yokozuna, a Snow Patrol, a Jaramar, a Magos Herrera, a Yo La Tengo y a Tori Amos. Nunca dejaré de agradecerle eso, sobre todo por la última, que hasta la fecha es como uno de esos placeres adictivos.
-Colaboradores como Armando Vega-Gil y, sobre todo, Patricia Peñaloza, me provocaron tener un blog, un espacio de expresión propio, donde pudiera salirme del yo que se miraba todos los días para escribir del yo que era todos los días.
-Aprendí que el sentido del humor radica en burlarse de nosotros mismos, siempre, no importando las circunstancias.
-Gracias a sus ejemplares de colección (los especiales) he podido engordar mi colección de discos y, sobre todo, conocer el orígen de la música que me gusta, a lo mejor desde el punto de vista del que escribía pero, después de todo, la música es cuestión de visiones.
Podría seguir escribiendo acerca de la publicación, pero tampoco quiero marearlos, seguramente nomás yo entiendo lo que digo y, bueno, a lo mejor otro puñote más de coleccionistas de la revista.
Este post nació porque, curioseando en Mercado Libre, me encontré con un vendedor que estaba ofreciendo toda la colección de la Mosca, desde el ejemplar número uno (con Saúl Hernández en portada, un ejemplar anhelado y buscado hasta el cansancio por mí, sin resultados satisfactorios) hasta el último con The Mars Volta.
Me maldije por no tener la lana requerida y comprarla de inmediato (solo la tengo desde el número 29), pero al mismo tiempo recordé lo mucho que extraño leerla y lo mucho que me divertía con ella.
Larga vida a Mamá Mosca, ojalá algún día vuelva a volar como lo hacía antes....o mejor, quizá con alitas súpermejoradas y una visión de poca madre.
12 números, 12 especiales perdidos en el universo de la música.
En Marzo de 2008, su director Hugo García Michel anunció en su blog que terminaba el ciclo de la revista, al menos con la editorial Toukán (si se quiere saber la historia de Toukán y el inicio de la Moscosa, leer entonces el ejemplar de festejo de los 10 años, aquel con portada blanca y la mosquita revoloteando por ahí).
Si bien La Mosca fué detestada por muchos -quizá debido a las opiniones vertidas en sus editoriales o al despedazadero de vacas sagradas en todos los niveles-, tuvo un mérito muy chingón: decir lo que sea.
El cuerpo de colaboradores que tenía la mosca era -y es hasta la fecha, al menos para mí- insuperable: Fedro C. Guillén, Armando Vega-Gil, Patricia Peñaloza, José -Dios!- Agustín, Eusebio Ruvalcaba, Goyo Cárdenas, Susy Q, Rafael Tonatiuh, el propio Hugo y un largo etcétera.
Fué una revista que se dedicó a sacar del conformismo a la juventud que la adquiría mes con mes, ya que te hacía investigar acerca de lo que se escribía, mínimo para refutar o decir "este wey está pendejo"; le dió un sentido especial a las letras y a las opiniones, le dió voz las voces que necesitaban ser escuchadas, leídas.
Desde que conocí a la Mosca (con aquel ejemplar -29- donde se reseñó el disco From the Choirgirl Hotel y cuya portada mostraba a la perrita de Courtney Love y a un Kurt con cara de sádico) fué mi "must" mes con mes. Cada mes iba y le preguntaba al señor que vende revistas afuera del Blanca Nieves si ya le había llegado (trataba de no hacerle caso a su carota de enfado por mi recurrente pregunta mesames). Luego, conocí a una morra que trabajaba en Librolandia, bien buena onda ella, que me apartaba mi revistita...hasta que la corrieron de ahí. Después corretearla en Sanborn's (con todo y sus empleados que nunca saben donde encontrar los libros o revistas), hasta que me suscribí y llegaba la Mosquita a mi casita.
Tengo mucho que agradecerle a esa revista, a esos periodistas y columnistas, a sus secciones y a su diseño:
-Gracias a La Mosca conocí a uno de mis mejores amigos por allá del 2001. Estaba yo en uno de los descansos entre clase y clase en la universidad, cuando un muchacho nuevo en el salón me dijo "¿oye, me prestas la revista?" -o algo así-, por lo que puse mi tradicional carota de cuando me interrumpen a media lectura y se agarran la confianza de pedir cosas y le dije que simón. Se quedó con la revista hasta la última clase, se la pedí -quizá no muy amablemente, I guess-. Entonces surgió el vínculo con el muchacho nuevo del salón: ahora podíamos hablar de música. Hasta la fecha a veces recordamos el incidente y es jocoso cuando me dice que no era un confianzudo de lo peor, porque bueno, no lo fué, la mamona era yo.
-Por medio de La Mosca (y de la columna La Cocina del Alma) conocí a José Agustín. Me acuerdo que hablaba de sus libros (por aquella época estaba escribiendo la novela Vida con mi viuda) y me daba mucho coraje no poder conseguir sus libros aquí. Nunca los tenían en ningún lugar. Ese coraje se ha hecho menos desde el año pasado, porque en una feria del libro en el Ceart compré dos -válgame la redundancia- libros de él que solo me hicieron pensar que la espera había valido la pena, porque llegaron cuando tuvieron que llegar.
-La Mosca me presentó -con saludo en mano- a Feist, a Yokozuna, a Snow Patrol, a Jaramar, a Magos Herrera, a Yo La Tengo y a Tori Amos. Nunca dejaré de agradecerle eso, sobre todo por la última, que hasta la fecha es como uno de esos placeres adictivos.
-Colaboradores como Armando Vega-Gil y, sobre todo, Patricia Peñaloza, me provocaron tener un blog, un espacio de expresión propio, donde pudiera salirme del yo que se miraba todos los días para escribir del yo que era todos los días.
-Aprendí que el sentido del humor radica en burlarse de nosotros mismos, siempre, no importando las circunstancias.
-Gracias a sus ejemplares de colección (los especiales) he podido engordar mi colección de discos y, sobre todo, conocer el orígen de la música que me gusta, a lo mejor desde el punto de vista del que escribía pero, después de todo, la música es cuestión de visiones.
Podría seguir escribiendo acerca de la publicación, pero tampoco quiero marearlos, seguramente nomás yo entiendo lo que digo y, bueno, a lo mejor otro puñote más de coleccionistas de la revista.
Este post nació porque, curioseando en Mercado Libre, me encontré con un vendedor que estaba ofreciendo toda la colección de la Mosca, desde el ejemplar número uno (con Saúl Hernández en portada, un ejemplar anhelado y buscado hasta el cansancio por mí, sin resultados satisfactorios) hasta el último con The Mars Volta.
Me maldije por no tener la lana requerida y comprarla de inmediato (solo la tengo desde el número 29), pero al mismo tiempo recordé lo mucho que extraño leerla y lo mucho que me divertía con ella.
Larga vida a Mamá Mosca, ojalá algún día vuelva a volar como lo hacía antes....o mejor, quizá con alitas súpermejoradas y una visión de poca madre.
AUDIO
Lost Acapulco
HUMOR
Estable
DATO CURIOSO
"Aquí no escribe Carlos Monsiváis".
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"Aquí no escribe Carlos Monsiváis".