Entre papeles, actas, reuniones y debates acerca de la aplicación de una nueva ley me veo obligada a evadirme y escribir esto.
Una triste hoja amarilla es ahora la cómplice de mis pensamientos, aquellos pensamientos que tengo que dejar de lado por escuchar una aburridad plática encaminada a la definición de justicia.
Hago de cuenta que no hay nadie y que todos esos rostros que nada saben y mucho asienten me son completamente ajenos. No quiero ser como ellos es la consigna del día. No quiero parecerme a ellos me repito.
Visualizo como será cada uno de ellos en lo cotidiano, si de verdad estará su vida tan llena de brillo como aquel que alguna vez tuvieron en los ojos. Pienso si les gusta cocinar, si disfrutan de sus hijos, si hay algo mas que trabajo y horarios y actas administrativas y quejas en su vida. Yo creo que si. Por su bien espero que sí.
Miro abrir y cerrar la boca de todos y de ellas salen puros signitos de interrogación, de exclamación, arrobas y paréntesis. Cambio las circunstancias e imagino que ésta aburrida charla no sería lo mismo si estuvieran en una cantina. Una cerveza, dos cervezas, tres cervezas y todo valdría madre.
¿Como serían cuando eran jóvenes?. ¿Disfrutarían fajar en el carro? ¿Alguna vez habrá engañado a su esposa?. Maldita sea, ahora estoy ya haciendo una telenovela. Pero es que no puedo evitarlo, son tan aburridos que mi aburrimiento se queda pendejo.
Justicia, no existe. Tanto bla bla bla para llegar a eso. Nominémoslo al Premio Nóbel. Aplausos. Fanfarrias. Dos horas de mi tiempo perdido para llegar a esa conclusión: la justicia no existe. Y es ahora cuando todos se ponen la toga y el birrete. Y es ahora cuando se cagan en sus ideales, y en su juventud y en lo poco que les queda.
En ese momento alguien me habló. No está de más decir que me miraron con desdén debido a mi notoria falta de atención, ¿pero que le voy a hacer? Simplemente no sería yo.
Una triste hoja amarilla es ahora la cómplice de mis pensamientos, aquellos pensamientos que tengo que dejar de lado por escuchar una aburridad plática encaminada a la definición de justicia.
Hago de cuenta que no hay nadie y que todos esos rostros que nada saben y mucho asienten me son completamente ajenos. No quiero ser como ellos es la consigna del día. No quiero parecerme a ellos me repito.
Visualizo como será cada uno de ellos en lo cotidiano, si de verdad estará su vida tan llena de brillo como aquel que alguna vez tuvieron en los ojos. Pienso si les gusta cocinar, si disfrutan de sus hijos, si hay algo mas que trabajo y horarios y actas administrativas y quejas en su vida. Yo creo que si. Por su bien espero que sí.
Miro abrir y cerrar la boca de todos y de ellas salen puros signitos de interrogación, de exclamación, arrobas y paréntesis. Cambio las circunstancias e imagino que ésta aburrida charla no sería lo mismo si estuvieran en una cantina. Una cerveza, dos cervezas, tres cervezas y todo valdría madre.
¿Como serían cuando eran jóvenes?. ¿Disfrutarían fajar en el carro? ¿Alguna vez habrá engañado a su esposa?. Maldita sea, ahora estoy ya haciendo una telenovela. Pero es que no puedo evitarlo, son tan aburridos que mi aburrimiento se queda pendejo.
Justicia, no existe. Tanto bla bla bla para llegar a eso. Nominémoslo al Premio Nóbel. Aplausos. Fanfarrias. Dos horas de mi tiempo perdido para llegar a esa conclusión: la justicia no existe. Y es ahora cuando todos se ponen la toga y el birrete. Y es ahora cuando se cagan en sus ideales, y en su juventud y en lo poco que les queda.
En ese momento alguien me habló. No está de más decir que me miraron con desdén debido a mi notoria falta de atención, ¿pero que le voy a hacer? Simplemente no sería yo.
besos!!!